sexta-feira, 1 de fevereiro de 2019
Canción de la muervida
Mi mano derecha es una golondrina
Mi mano izquierda es un ciprés
Mi cabeza por delante es un señor vivo
Y por detrás es un señor muerto
Los muertos han perdido toda confianza
En los cimientos de nuestras casa y de nuestras lenguas
Y aun de nuestros relojes enrollados en el infinito
Qué podemos decirles
Ellos suben sobre el tejido de la eternidad
Y miran a lo lejos
Atan sólidamente las nubes que están llenas
Tocan la campana del vacío que debe saludar a los siglos
Como un sombrero
Llevan un anillo en cada uno de los cinco sentidos
Y un pájaro en cada cielo
Están desterrados de la tierra y encielados en el cielo
Ellos mondan la corteza de los siglos
Los vivos alargan su ciprés
Para decir buenos días a la golondrina
Se alejan sonrientes hasta el horizontes
Suben cantando hasta el piso de la muerte
Hablan con una lengua adormecida desde mucho tiempo
Son póstumos como los ecos de la flor del trueno
Y lo mismo que los perfumes
Llevan su cuerpo como el tallo de un nenúfar precioso
Y no van más lejos que un tiro de pistola
Cuentan los días con huesos de frutas
Que guardan en jaulas como pájaros
Cuentan las estrellas y les dan nombres amistosos y tibios
Es preciso no confundir los lechos y no equivocarse de plato
Es preciso cantar como un nenúfar precioso
Un pájaro trina para mil orejas anónimas
una estrella brilla para mil ojos recién nacidos
El pájaro cambia de día con una mirada
La estrella deposita la muerte y sigue su camino.
Vicente Huidobro
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